Mensaje
por Am@nd@ » 26 Oct 2003, 04:14
Ya, ya sé que detesta las citas; hoy durante una reunión en un foro se presento un libro me atrajo la atención un texto de pasada, se lo dejo por que el texto me recordo lo que aquí escribio, sea pues.
<center> No nos une el amor sino el espanto
Por Pablo Ananía </center>
Los argentinos promedio que vivimos en este circo que es la Argentina tenemos una particularidad: nos acostamos y nos levantamos pensando en el dinero, en la guita. Nuestras vidas no tratan de otra cosa de la mañana a la tarde. No en otra cosa se piensa de noche y de día. Por el dinero, nada más que por la guita, se habla, se piensa, se calla, se obra, se vota, se hace el amor, se organizan bodas, se simulan embarazos, se negocian puestos y principios, se hace política, se venden almas y se corrompen las ideas. Se hacen cuentas, se sueña: si bajan las tasas, si suben las acciones, si está estable el dólar. A esa regla de vida se ajustan las atenciones, las elecciones, los desdenes, la indiferencia, la estimación del otro, el desprecio, el placer y hasta el sexo. Todo por guita.
¿Cómo ser Otro en medio de esta tormenta de intereses bastardos? ¿Cómo no correr hacia donde todos corren? ¿Cómo no estafar, especular, coimear, corromper, dejarse comprar, sacar partido? No hay en este contexto social nada tan despreciable y tan indigno como ese tipo que no puede contribuir a aumentar nuestra propia riqueza. Los pobres, los desocupados, los piqueteros que tienen la osadía de dejar ver el denigrante espectáculo de su pobreza... "perturban la vía pública" y son reprimidos, asesinados o encarcelados después de una paliza con palos, gases y balas de plomo y de goma. Las obreras que ocupan fábricas desocupadas son golpeadas, maltratadas y convictas. Ahí sí que actúa la Justicia. Por la guita baila el Bruckman.
En medio de ese espectáculo que más se parece al Infierno del Dante, debemos votar para Presidente del Circo el próximo 18 de mayo. Candidatos: un payaso y un equilibrista, uno marido de Barbie y el otro fiel ladero de la irascible ecuyére.
El soyapa te hace reír por lo soyapa que es y así en parte te seduce: besa a la chica con sus labios de colágeno en la mejilla colapsada mientras ella se da palmaditas en la panza simulando que viene un heredero... (¿tercer mundo, republiqueta, circo?). Eso es ella: plata sobre un metal de carne dorada golosamente por algún sol de Miami, su piel estiradita, reluciente y sensual: es bella según el canon de una antigua estética, esplendorosa y llamativa. A ella, como le pasó a la célebre diva del cine mudo, Jean Harlow, a quien le hizo propuesta de matrimonio Adolfo Hitler, le llegó también certeza de casorio político: casi la misma ideología nazifascista para comprar un cuerpo detonante y sugestivo, ese arte femenino de saber calzarse un trapo como si fuera una media de seda que hubiera envidiado hasta la propia Evita... a quien, como es obvio, copia... Sólo por la guita, claro.
El otro, el equilibrista que supo bailar en la cuerda más floja y que cuando estaba por caerse le tiraron red tejida por chiches manzaneras, es flaco, bizco y larguirucho. Con su mirada desviada parece un villano del cine de clase B, ese tipacho que inventó Raymond Chandler que suele vivir atornillando con sus dedos rabiosos la carne de las mujeres porque es difícil que le den pelota. Parece, sólo parece, un tipo de mal genio acompañado por su Madame Bovary que con esa sonrisa que tiene da la sensación de estar ensayando el cianuro: ¿para quién? Dios dirá. Tiene una extraña retractilidad en sus pupilas metálicas, en su sonrisa Kolynos... obra tal vez de algún cirujeo. Cosas de la política, de la guita.
Si los hombres fueran hombres y no aves de rapiña, si tuvieran al mismo tiempo templanza, castidad y moderación para tratar los asuntos de los hombres, es probable que estos esperpentos de la política argentina jamás hubieran nacido. Pero están en nosotros, viven en nosotros, son nosotros, son los típicos argentinos. ¿Te queda claro que si no fuéramos nosotros los que somos... ellas y ellos jamás hubieran existido?
Dirás: los construyeron la publicidad, la propaganda fascista, los medios de comunicación idiotizantes, los modelaron para sus intereses bastardos los Vigil, los Hadad, las marionetas Majules de última generación, los alzhémicos Grondonas o cadavéricos Neustades... No es así. Los medios, la televisión sobre todo, sí intentaron vendernos que Menem era una especie de Valentino de la política, un Valentino riojano de facciones irregulares, largas patillas y cabellera vulgar que daba esa sensación de reciedumbre que tienen los caudillos, sin muchas ideas en la cabeza, claro, pero dueño de un arte superior que es la seducción, la psicopatía, la promesa que todos sabemos que nunca habría de cumplir pero que nosotros aceptamos que nos hacía falta porque los humanos sólo sabemos vivir de ilusiones.
Es decir: antes (y ahora otra vez) nos trataron de vender a este tipejo que aparenta ser Valentino, hoy hasta más hercúleo que el primero que compramos, allá por el 89, porque ahora, desencajado y semelengualatraba, a los 74 pirulos igual “embarazó” una Chechu... Es tan obvio todo que desculamos al farsante y, sin embargo... igual lo votamos, igual compramos. Argentinos típicos, con uno no me alcanza... déme dos. De nosotros, de nuestra inacción, salieron estos Frankestein de laboratorio.
Los deseos incumplidos, las esperanzas desvanecidas sin piedad por el destino, los errores de más de tres generaciones de argentinos, un peronismo rapaz, entregador de cierta esperanza de cambio al lopezrreguismo asesino, un balbinismo de sátrapas y alfonsines... modelaron ésta, nuestra existencia tormentosa, sin que podamos aspirar siquiera a la dignidad de personajes trágicos porque nos obligamos solitos a representar el burlesco papel de actores secundarios, de reparto: HOY SÓLO SOMOS LO QUE VOTAMOS, urna a urna: una vez más a los peronistas, una vez más al soyapa. No alcanzaron a convencernos sus actos denigrantes del pasado. Porque la influencia de la miseria, del dolor, de la adversidad y de las desapariciones de la dictadura nos aniquilaron la esperanza.
Entonces, otra vez, el tipo se encarama. Y no nos queda otra que la de Borges. Dijo el maestro: no nos une el amor sino el espanto. Por eso, el próximo 18 de mayo, sólo podemos estar unidos contra el espanto.
Motivos obvios. No votar por Menem. No votar en blanco. No abstenerse: votemos contra el espanto de que vuelva Menem, votemos para que se decrete de una vez y para siempre la muerte política de Menem.
Aunque según la izquierda tradicional sea un error. No lo es: desaparecido el payaso del circo habrá que salir de una vez por todas a la arena para pelear contra lo que quede de las mafias. Pero ese será el paso siguiente. Si nos es útil el truchimán de Kirshner, votémoslo aunque duela el alma, no volvamos a cometer los mismos errores principistas que, como súbitas columnas de humo, nublaron tantas veces nuestra mirada. En el fondo de los tugurios donde nos trata de confinar este peronismo bastardo elijamos el mal menor, sí, esta vez aunque sea por guita, porque Menem, si gana, volverá a aplicar sin asco el neoliberalismo a lo Bush, esa economía caníbal que solamente podrá sostener con represión, mayor desocupación, más miseria y más hambre para los argentinos.
¿Todavía no te diste cuenta de que la sangre de los hombres pobres cimentó el derroche de los noventa, la pizza con champagne, la lujuria menemista? Esta falsa democracia nos da la posibilidad de pelear en un terreno menos fangoso que el que ofrecería Menem. Kirschner tendrá que hacer muy bien los deberes si aspira a un mínimo de gobernabilidad. Votar a Kirschner no implica desmontar el espíritu de rebelión que despuntó allá en diciembre del 2001. Es solamente darnos tiempo para que el neoliberalismo no termine de descerebranos. Te lo diría así: el mayor peligro en este país ni siquiera es Menem. Está agazapado un poquito más atrás, esperando su oportunidad. Acertaste: la genocida ideología ucedeísta del Proceso Militar a la cual Kirschner en sus años jóvenes combatió. La misma que tejió con el proceso militar y con el menemismo una trama tan apretada de la cual ahora no podemos salir sin daño (Krieger Vasena, Martínez de Hoz, Alsogaray, Cavallo... Esos nombres reivindicarías absteniéndote o votando a Menem).
¿De qué está constituida esa trama ucedeísta? De falsas verdades y creencias (en el valor del individuo y el valor del dinero, en el valor de la ética y del humanismo... humanismo de los que tienen la guita para ser éticos, derechos y humanos). Esas mismas creencias que con el peronismo venían en formas de fetiches (Perón cumple, Evita dignifica) y que con el menemismo se transformaron en ideologías serviles (las relaciones carnales, ¿te acordás?), fetiches que -hay que reconocerlo- Kirschner, aunque más no fuera por intereses personales, también combatió.
Igual no tenemos hoy respuesta inmediata para oponernos a estas políticas descerebrantes. Es la pura verdad, te guste o no. No vamos a lograr que hoy la clase media argentina se sume a las mujeres de Bruckman para devolverles la fábrica (mujeres desocupadas pero subversivas ¡Oh, God!). La apropiación colectiva de los medios de producción no ha tenido efecto alguno sobre la decisión de los argentinos que volvieron a elegir masivamente al peronismo. No hubo voto en blanco ni voto bronca. Hay que leer bien los resultados del 27 de abril. Una clase humilde y bastardeada por el menemismo no puede asociar que los años que siguieron al uno a uno son culpa del uno a uno, de los megacanjes, de las privatizaciones abusivas. Una clase media que solamente vive por y para la guita no puede sensibilizarse con los movimientos de los desocupados que ocupan calles y fábricas (¡era tan maravilloso el déme dos!). Y si no se puede esperar nada entonces de un cambio social en la Argentina de hoy, es necesario recurrir a otras políticas. ¿De qué manera podemos afectar al Poder Neoliberal superinstalado por el menemismo y esperanzado en el naciente partido de la derecha nacional? Hoy, haciéndole algunas cosquillitas a ambos con el voto a Kirschner. Mañana se verá.
la noche que yo amo no amanece jamás...