de amarte prefiero la más simple:
dormir y despertar a tu lado,
sentir el olor de tu cuerpo,
el roce de tus labios, el sútil
susurro de tu pelo adorado,
sentir la suave firmeza de tu mano
en mi mano. El amor no necesita
grandes gestos para hacerse valorar:
ante el desafío de la eternidad sólo
es preciso ser humilde, caminar
de almuerzo en almuerzo
como un manzano repleto de manzanas jugosas
como una primavera al paladar.

Amo a tus horas, a tus segundos,
hasta los más insignificantes rincones
de tu irrevocable geografía:
he llegado a enamorarme de las calles
por donde la cámara lenta de tu juventud
se precipitó.
He gozado de la posibilidad
de penetrar aquel mundo ajeno e inocente
y absolutamente triangulado por ti.
Mas de todos tus nacimientos pasados o futuros,
por ciertos o arbitrarios que fuesen, prefiero
al presente que tu alma transparente
transpira. Amarte ni siquiera ha sido
escogencia para mí, sino es y será siempre
mi único, mi dulce, mi eterno destino.
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