Si al apartarme de tu lado mi conciencia muriera,
Se mantendría al margen de tu resistencia;
y si me propusiera borrar lo que tu amor me diera,
Ni en Treinta Años olvidaría tu presencia.
Si cada vez que te nombrara en voz baja y temblorosa,
dejara una leve lágrima derramarse de ilusión,
un instante no bastaría para rogarte en prosa,
Ni Treinta Años para enterrar tu pasión.
Si en el momento de pedir perdón,
no tuviste un poco de compasión para mí,
un minuto sería eterno por recordar la ocasión,
Y Treinta Años, insuficientes para cicatrizar de ti.
Al despertar cada día, mi alma triste y solitaria
ruega ante lo eterno por tu dicha y felicidad,
las horas se hacen cortas cuando elevo mis plegarias,
Y Treinta Años demasiado escasos, para entender la realidad.
Y al decidir partir antes de transcurrir mi tiempo,
lleno de esperanza, orgullo y por demás alegría,
aguardaré todo instante por escuchar tus palabras al viento,
Y Treinta Años por morir mil veces, no bastarían.

