
En esta noche cambuja
mis temores han ubicado
el canevás de una partida,
y mi dolor cual carimbo,
deja en mí alma
a su paso unas huellas
cual profundas muescas
que solo borrará el tiempo
cuando las colmaten
las reflexiones casuístas.
Y no puedo ofrecerte
en las palabras
prisioneras en mi boca
el sabor del dulce de gamote
para consolar tus temores
alimentando en ti
falsas esperanzas.
Observo impotente
como la vida se extingue
con la paciencia
que sabe respetar el tiempo
de un día que muere
vestido de arreboles naranjas
para transformarse
en un ocaso que como un niño
sereno se duerme
en el extenso horizonte.
Y siento un dolor
que es licor amargo
en unos labios
verdugos de sonrisas
que a futuro no imagino,
levantando entre tú y yo
un muro de mutismo,
mientras las miradas tejen
entre nosotros puentes
que incompasivas hieren.
¡Ay silencio doloroso!
Cual cuchillo largo… largo
de cortante filo,
al tiempo que la vida
a través de la ventana
nos trae como canto,
el trino del agua
al caer por las alcantarillas
para arrullarnos al oído
con su triste trino.
Lenta se consume
la flama dorada de la vida
y el dolor es en mi piel cobija,
ese sueño que no duerme
en un cielo esmaltado
de azules plomizos derretidos.
Confieso que tu partida
me da miedo
y cala hasta mis huesos
como un lacerante frío…
¡El abrazo de la muerte!
Mi dolor es un grito ahogado
de guerrero herido
que seca el llanto
con un pañuelo
tejido de acertijos.
Es el arrullo entre hombros
de unas lágrimas trémulas
atrapadas en la oscuridad
bajo el dosel de unos escombros.
Mi dolor son pensamientos
que quieren huir
en el vuelo de un pelícano
para evadir angustias,
mientras las manos,
desmigajan melancolías
y de futuros vacían los bolsillos.
Dejo volar una plegaria
allí, donde el grano
aún está verde
y en el jardín no germina
bajo la frondosa sombra de un pino
que barre canciones,
donde morarán los sueños
que quedarán inconclusos
y las palabras nada significan.
Mí dolor es el asumir
con gran valor
las irrevocable sentencian
que tu hoja de vida
ya está completamente escrita
y en ella no hay
líneas vacías.
Es tomar a carta abierta
el desperdicio
que a la vida se cierra.
Mi dolor ha sido y es
repentinamente descubrir
que ya no podré jamás
compartir detrás del umbral
el amasar costumbres y aguantes,
como tampoco lo cotidiano
ni recordar más nuestros juegos
de cuando éramos niños.
porque inevitablemente
como hojas de otoño
se deshoja y cae la vida.
Abiertos nuestros ojos,
húmedos de llanto,
prensamos la niñez
tratando de florecer
el sedimento depositado
de esta amarga y oscura miel,
para aprender a decirnos adiós
porque no puedo tomarte de la mano
para acompañarte y partir contigo.
Ernesto donde quieras que estés nunca te olvidaré
¡Amigo y Poeta!
Artemisa904
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