

sólo quedaban dos: un flaco, y un gordito. Echan suertes... y pierde el gordito. Ya lo va a matar el otro, cuando se pone a gritar:
- ¡No me mates! ¡No me mates! ¡Yo sé donde hay un montón de latas de frijoles escondidas...!
- ¡Desgraciado...! ¿Y por qué no nos lo habías dicho?
- Es que a mí no me gustan los frijoles...