Mensaje
por Doral » 28 Ene 2007, 20:23
<CENTER>De primer impacto el título, seguido de LOS SONIDOS DEL SILENCIO, que muchas veces hablan más fuerte que los gritos ahogados en el alma.
Pensaba en algún tiempo de mi vida, que pedirle, suplicarle a Dios con todas las fuerzas de mis venas, hasta que la cabeza hacía supremos esfuerzos y mis manos cruzadas duramente sobre mi pecho, EL SEÑOR, me iba a escuchar, y lloraba...lloraba en serio con mucha devoción y los milagros no llegaban.
Al día siguiente, era la misma repetición de hechos, de nuevo empezaba a reclamar, a exigir a gritos al Padre ¡¡DIOS MIO SI SABES QUE SOY TU HIJA, POR QUÉ NO ME ESCUCHAS? ¿POR QUE MI DIOS CELESTIAL SI YO CREO EN TI?...y nada sucedía..
Muchos días más repetía incesante el cúmulo de llantos y supuestas "oraciones" con los brazos y las rodillas dobladas ante la presencia del creador...y nada sucedía.
Hasta que un día, cansada yo de esperar, orar, llorar, gritar y patalear desgarrandose todas las fuerzas casi dentro de mí, en el ánimo de que Dios me escuchara ¡Santa madre mía...casi a la fuerza, pretendía que Dios me escuchara y ayudara!, porque era tanta mi necesidad de EL, tanta mi impotencia de ver que las cosas cada día iban peor en mi vida, me decidí a pedir auxilio espiritual a un venerable sacerdote de la parroquia de la esquina de mi ex-casa.
Padre: Por favor dígame ud. qué pasa, ¿Por qué Dios no me escucha?
Aquel ancianito venerable, acercó una silla y me pidió que me serenara, que me sentara a su lado para platicar.
Me explicó entre otras cosas, que Dios no podía manifestarse en la violencia de ninguna naturaleza humana porque EL es PAZ.
Que de nada servía que yo suplicara a gritos, desgarrándome casi la ropa y dando puñetazos en las paredes de mi alma, casi abriéndome el pecho para que El Señor viera de qué manera sangraba mi corazón hecho mil pedazos.
Ese era mi más grande error "PEDIR A GRITOS" en medio de un mar de lágrimas, debastada por mi propio desaliento, sintiéndome la mujer más miserable del mundo. No entendía por qué mi Dios no me escuchaba, y ése era precisamente el motivo de mis propios sonidos de silencio, o silencios de Dios.
Que Dios no podía venir a mí por la violencia utilizada para invocarlo. Dios no puede manifestarse en la discordia, y la sangre alterada y los puños cerrados dandose golpes de pecho...¡Qué ilusa debí haber parecido ante Dios!
Aprendí a transformar mis propias impresiones ante el dolor, me fuí abriendo camino día a día para forjar serenidad en medio de las grandes crisis emocionales donde solamente escuchaba mis quejas, mis lamentos, mis incapacidades para llegar a Dios nuestro Señor.
Aprendí a reaccionar con calma bajo presión, aprendí el sentido que tiene pedir a Dios, pero con el corazón en paz, segura de que ése era el verdadero contacto directo de que él me escucharía al fín, sin haber tenido la necesidad de desgarrarme para ser escuchada.
Empezaron a llegar los milagros tan esperados, la fuerza y comprensión creadora fué llegando como una bendición al río de mis venas y las corrientes de mi pensamiento.
Empecé a tomar decisiones serias sobre mi vida, y a defender mis ideales que eran los mismos que Dios había decretado para mí.
Abandoné aquel hogar que fué mi peor infierno de vida, y al abandonar también algunos hábitos y costumbres que impedían mi acercamiento con Dios, con el cambio llegó también la esperanza, la paz y la fe aumentó -qué extraño- aunque ya no lo pidiera.
Al parecer éra éso lo que Dios me estaba pidiendo con su silencio, que abandonara mil vicios y transgresiones contra mi propia persona, que me perdonara primero a mí misma y que lavara mis culpas, demostrando que realmente que yo deseaba ser escuchada. Y lo hice hijo mío, lo hice llena de miedo, espantada de temor, pero era vivir o morir en aquel mar de incertidumbres, tristezas y dolor.
Han pasado ya algunos años de aquel ayer, que ahora recuerdo serena, tranquila, confortada y lo recuerdo ahora, como si fuera algo tan lejos, como si no fuera a mi persona a quien le hubiera sucedido todo aquello que casi debastó mi vida.
Ahora voy por mi nueva vida, sembrando la semilla, la simiente de perdon, de fuerza, de ánimo, de fe, que yo recibí a través de la oración en serenidad y con el corazón en paz...Que si afuera escucho que el mundo se está cayendo, ¡pues que se caiga!, pero no reaccionaré como lo hice alguna vez por cobarde, por no saber sentir y reconocer que Dios está vivo aquí y ahora con nosotros, y que si creemos en su promesa divina, y permanecemos fieles a su palabra, nada malo podrá sucedernos
así se esté cayendo el mundo mi querido hijo, así escuches truenos, rayos y centellas a tu alrrededor "NO REACCIONES CON TEMOR NI DESESPERACION", aprende a poner las riendas de corazón y vida en manos de Dios, y pide: HAGASE TU VOLUNTAD SEÑOR, y nunca más la mía. Deja que sea EL quien decida por y para ti, todo lo que ha de llegar cada día a tu vida.
Es lo único que Dios te pide, para darte bendiciones.
Tu ciber-mamy que te adora.
Doral.
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