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En el Alaska de tu cuerpo comienza mi caminata
En la Patagonia del mismo… extasiado culminaré
Tus veredas , senderos; serán por mi recorridos
En concavos y convexos sumergiré mis pasos,
Y al final, no existirá Oriente…. Ni existirá Poniente.
Andaré tiernamente ese tu rostro apacible,
con la llama de mis besos, en otros tiempos sutiles;
despertaré lentamente a esa fiera en ti dormida,
y con tus labios sedientos, soportarás la embestida.
Intensos nos uniremos, vaya besos…. Que mordidas.
Y te siento tan vibrante, tan dulce y estremecida,
Cuando escuchas al oído, palabras enfebrecidas,
Y si es acaso casual, en un roce una caricia;
Siento tu mente vagar… con el tacto de mi brisa
Y en un momento te noto, débilmente derretida.
Y continúa mi explorar por las cumbres de tu imagen
Que en tierno manipular, se enaltecen; vaya alarde,
En la cima ya se encuentran dos erguidos vigilantes,
Que sonrosados oscilan, entre mis labios llameantes;
que dulces les acarician….. que les muerden….que les lamen.
Y tu cuerpo se estremece al sentirme enardecido,
Y con deleite contestas, mis caricias; mis suspiros;
Sudan ahora nuestros cuerpos temblorosos y fundidos,
entre abrazos y caricias, de pasión estremecidos,
que lentamente nos llevan por senderos prohibidos.
Cuando me sientes llegar al tesoro de tu cuerpo,
En mi torso dejas huella, de lo que en ti despierto;
La natural hendidura en tu geografía formada,
Protectora de esa flor que henchida y sonrosada;
Entre húmedas fragancias, sólo espera mi llegada.
Son los muros delicados de tan venerada prenda,
Traviesos acogedores, que a la batalla se aprestan;
poseedores ellos saben que entre candor y firmeza
se aferran con fiereza al profanante, a la presa.
Más nuestra unión estridente, candente y acompasada;
Eleva nuestros sentidos, huyen; viajan por la nada,
el ardiente deshojar de la flor en ti guardada,
prolonga nuestra agonía, electrizante; aguardada,
y guturales gemires… heraldos de la llegada.
Pensador
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