Mira cómo se pone la piel cada vez que te recuerdo
por la garganta me sube un rodillo de sangre fresco
de la herida que atraviesa de parte a parte mi cuerpo.
Tengo clavos en las manos y cuchillos en los dedos
y en la sien una corona hecha de alfileres negros...
Mira cómo se me pone la piel en cada vez que me acuerdo que soy un hombre casado y sin embargo te quiero.
Entre tu casa y mi casa hay un muro de silencio,
de ortigas y de amapolas, de cal, de arena y de viento...
de madreselvas oscuras y de vidrios en acecho...
Un muro para que nunca lo pueda saltar al pueblo
que anda rondando la llave que guarda nuestros secretos...
Y yo sé que me quieres y tú sabes que te quiero
y lo sabemos los dos... y nadie puede saberlo!
Ay pena, penita, pena de nuestro amor en silencio!
Ay alegría, alegría, quererte como te quiero!
Cuando por la noche a solas me quedo con tu recuerdo
derribaría la pared que separa nuestro sueño,
rompería con mis manos de tu cancela los hierros
con tal de verme a tu lado ¡tormento de mis tormentos!
y te estaría besando hasta quitarte el aliento
y luego ¡qué se me daba quedarme en tus brazos muerto!...
Ay qué alegría y qué pena quererte como te quiero!
Nuestro amor es agonía, lucha, angustia, llanto, miedo, muerte, pena, sangre, vida, luna, rosas, sol y viento...
Es morirse a cada paso y seguir viviendo luego
con una espada de punta siempre pendiente del techo.
Salgo de mi casa al campo solo con mi pensamiento
para acariciar a solas la tela de aquel pañuelo
que se te cayó el domingo cuando venías del pueblo
y que no te he dicho nunca, mi vida, que yo lo tengo
y lo aprieto entre mis manos lo mismo que un limón nuevo
y leo tus iniciales y las repito en silencio.
para que ni el campo sepa lo que yo te estoy queriendo.
Ayer en la plaza nueva –¡vida! no vuelvas a hacerlo
te vi besar a mi hijo, a mi hijo el más pequeño.
Y cómo lo besarías ¡ay Virgen de los Remedios!
que fué la primera vez que a mí me diste un beso.
Llegue a mi casa corriendo tomé a mi niño del suelo
y sin que nadie me viera –como un ladrón en acecho...
en su cara de amapola, mordió mi boca tu beso...
Ay qué alegría y que pena quererte como te quiero!
Mira, pase lo que pase, aunque la tierra se hunda
aunque tu nombre y el mío lo pisoteen por el suelo,
aunque lo sepa el pueblo y ponga nuestra bandera
de amor a los cuatro vientos, sígueme queriendo así
¡tormento de mis tormentos!
Ay que alegría y qué pena, quererte como quiero.
























