
El caos del día se apaga y la noche enciende sus luces de neón,
antorchas de gaviotas que alumbran mis ojos,
desde mi ventana contemplo esa soledad sin vida,
mi cuerpo real se metamorfosea,
el cristal me devuelve mi sombra, invisible a los ojos del mundo
y me escapo del cuadro de la vida, donde Chagall plasmo un día una figura
de mujer, borrosa llena de ilusiones.
En medio de la nada me disuelvo, vuelo desnuda en torbellinos de pasiones
no me doy cuenta del cambio y cruza mi sombra la oscuridad de la noche.
-vestida solo con mi nombre-
Nadie me ve, no tengo cuerpo, no soy humana.
Mientras la Ciudad duerme,
deambulo sin rumbo por calles perdidas.
Desde algún lugar se oye una música, risas, voces,
un paraíso de energía ilumina la noche.
Y me encuentro rodeada de hombres, sin piedad - sin nombre;
no ven que mis senos florecen, que mi cuerpo es un laúd
lleno de música y pasiones.
Mi corazón palpita al darme cuenta que no soy de nadie,
no pertenezco a este mundo,
solo soy la sombra de la noche.
Verónica Fradua