RECUERDOS DE LEALTAD

[panchovarela]

RECUERDOS DE LEALTAD

Para Annabel,
Para lo que vivió en mi viaje
a los recuerdos...


Un día me trajeron a esta casa, que fue un infierno de cariño en la calle Lealtad.
Aquí habitaba siempre el amor o los grandiosos favores de todos mis parientes.
Aquí vivió Luisa, mi tía abuela y marquesa en la tercera habitación,
y de niño yo corría a sentarme en sus sábanas de hilo de otro siglo,
recuerdos de su matrimonio ya pasado.
Allí en aquella casa la oía hablar de sus viajes,
de su marido el diplomático y toda su pasada realización.
Allí vivía Teresa también, mi abuela materna que me daba 10 galleticas de María
a la hora de la merienda, ni una más, con sumo recelo y una estrecha vigilancia.
Toda ella estaba llena de su gran acto de amor hacia su hija muerta, y a mí el heredero.
Todas las tardes me lavaban las orejas como un ritual y yo amaba la soledad.
Según todas ellas aquél gran edificio sería mi herencia.
Sin embargo con todos esos recuerdos desgarradores en la maleta aún volví allí de nuevo, desconociendo que cosas nuevas me aguardarían en esa casa,
adonde había sido el niño-sabio de mi inocencia.
Ahora el tiempo había pasado y me había hecho un hombre,
y ese hombre vio como el tiempo me había hecho escapar
de todas las golpeaduras Sicológicas que da el amor mal administrado.
Salí con Annabel de allí esa mañana feliz, de haber puesto mis recuerdos al día,
de haber limpiado todos los recuerdos de mi niñez,
y de seguir con toda mi verdad sobre los hombros.
Esa mañana mi frente salió de allí bien en alto,
orgulloso de haber sobrevivido todo aquello.
Toda mi niñez fui el hijo de la famosa pianista muerta, y como un objeto valioso que era,
así me mostraban a las visitas, a los amigos, y a todos los que iban allí.
Así fui conociendo mi destino, mi futuro.
Así me fui llenando de un carácter de los ojos para adentro.
Estaba sujeto a la vida fácil, los sirvientes, los viajes, y a la incomprensión.
Era un Americano en Cuba.
Ignoraba todas las verdades de la vida
y adonde de verdad se podía encontrar el amor y la ternura.
Día tras día mi frente se fue poblando de arrugas, mi frente de niño por causa de todo.
Me volví un dolor de cabeza, un rebelde, un ser fuera de contexto.
Aún así nadie me trató de enseñar ni el riesgo,
ni la responsabilidad, ni la consideración hacia nadie.
Esa mañana paso a paso mientras me alejaba de mi casa casi en ruinas ya,
me acordaba de mis recuerdos casi en ruinas también,
y de la inmensa dicha que se siente al ver que todo pasó,
que la pesadilla no llegó a consumarse, y que mi vida había cambiado,
que el sol brillaba frente a un nuevo futuro para mí,
de allí fui al cementerio de Colón en La Habana al panteón de mi familia
como muchos años antes, pero ahora con una linda esposa a mi lado,
libre de recuerdos horribles y feliz de mi presente y de mi vida actual.
Estuve allí por un rato, para enterrar también todo mi pasado.
Cuando salimos de allí y llegamos al hotel Riviera, Annabel solo me dijo: Te ves mas joven y más alegre hoy, te amo...
Mi pesadilla había terminado.

PANCHO VARELA
Abril 15 2003
4:22 PM.

[ANGEL]

Hermoso el relato de tus vivencias. Te confesare, me hiciste recordar las mías de cuando fui niña. Gracias Pancho....

[Avellaneda]

Pancho...tienes ese poder de evocación tan intenso, que cada cosa que leo parece hacerse visible a mis ojos.

Cariñitos
Avellaneda.