He de dejarte ir,
Por que así lo quieres,
Pero me duele el pensar,
Que no aceptare abandonarte,
Sin que quede mi alma desgarrada.
Con tu adiós,
Los sentimientos,
Se vuelven más terrenales que nunca,
De ser un ángel guardián,
Me haz convertido,
Nuevamente en hombre.
Si tu cuerpo,
Hablará,
Diría que son innumerables,
Pieles, besos, ardientes deseos,
Que en él deambulan,
Solitarios,
Tristes,
Como fantasmas desnudos,
Dentro de ti.
Mis deseos todos,
Se han de perder,
Han de desvanecerse,
Como la neblina del día.
Con tu adiós,
No solo de pensamientos muero,
Hoy, el corazón no encuentra,
Motivo para seguir latiendo,
Infinitamente, me dueles.
Me gustaría detenerte,
Pero ¿es posible detener el cause de un río desbordado?
En primavera,
Árbol frondoso,
Hoy, corazón y alma,
Que se deshojan tan cruelmente,
De cada uno de tus besos.
Serán capaces mis labios,
De despedirse de ti,
Sin decir: té amo.
Me dices, adiós,
Mi cuerpo tiembla,
Tu voz tan dulce,
Se torna en un segundo,
En estridente dolor.
Recuerdo en la noche,
Que tu cuerpo era panacea de la mañana siguiente,
Con furia ardiente,
Te amaba,
Hoy solo cenizas quedan.
Acaso te amaré, mañana…