
Morir...
Es regresar
al punto de inicio
sin términos,
con el corazón
totalmente vacío
de los clavos aguzados
con que lastiman
las inexplicables traiciones,
y mortalmente herido
llenarlo de la cura
que da el perdonar
sin alimentar rencores.
Morir es…
Llegar por fin
al hueco verdadero
que mis propias manos
en la piedra labra,
esa que desnuda al viento,
y la noche entre luces
de desmayados luceros
aún le da brillo
en espacio eterno,
en infinito tiempo,
donde ya nada humano
por más que pertinaz
en dañarnos insista
puede de forma alguna alcanzarnos.
Y con los brazos cruzados
como quien atesora caricias
que ya no pueden darse,
cerrar los ojos
asesinando con los párpados
la luz de un nuevo día
y esos sueños
que las decepciones
convirtieron en vino amargo.
Morir es…
dar a cada quien
exacto lecho,
morada final
de silencio,
donde los labios
sellarán para siempre
el anhelo de unos besos.
Morir es comprender
en la hora última
el secreto,
cuando nadie distingue
la música del verso,
cuando se cortan
los hilos del recuerdo.
Morir es…
regresar en un romance
a la tumba precisa de la rima,
esa que lastima,
y entre letras
enterrar de mí sentir
tanto secretos.
Palabras...
¿Que sabe de la muerte
quien nunca
la vio de cerca?
y tampoco sintió jamás
como ella roba las risas
que se le tenían
prometidas a la vida.
Morir…
Es sentir
que tú peregrinar
llega a puntual término,
sin que nunca valoraran
el cariño sincero
que ofrecías…
y como persona,
los que con uno compartieron,
llevarán nuestro cuerpo
frío e inanimado
a la soledad del campo santo,
para decir entre sollozos tardíos
cuanto te conocieron,
sin haber hecho el esfuerzo
de comprender
como realmente éramos
y cuanto en vida los quisimos.
Morir es vencer
todos nuestros miedos,
para apagar el fuego
de tantos tontos apegos.
Y donde la falsedad
de quien se dijo ser
el verdadero amor
o el amigo sincero,
se queda en el mundo del olvido
sin lastimar más,
porque no tienen cabida
para pastar en los dominios
de mi nuevo reino.
Morir…
Es desprenderse de lo dulce
del encanto
que dan los espejismos,
donde la palabra
es papeleta de empeño,
la escaramuza
del cheque sin fondo,
o tal vez
una lágrima de cocodrilo
disfrazada de sonata
a la luz de la luna.
Morir es para mí
llegar a feliz término
con la conciencia limpia
de haber sido siempre
fiel al cariño,
y sin cargar
con el remordimiento del judas
para poder vivir
la verdadera vida.
Morir es eclosionar el cuerpo
como si fuera un huevo,
para renacer con las pupilas
colmadas de luz
siendo un ser nuevo,
donde la fe
ha sido fortalecida
con la esperanza
de cosechar los dulces frutos
que nacieron de las semillas
que un día sembré
en mi huerto.
Morir es…
Apagar el candil
para tener que regresar a la vida
con más deseos de vivir.
Melodía

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